UNO entre 1000 
DOS entre 2000

Mis dos hijos, Jojo y Minou, nacieron con pie zambo bilateral. La primera vez que escuché la palabra “pié zambo” fue en el hospital, durante una ecografía. Estaba embarazada de veinte semanas. Me congelé de miedo. Estaría mintiendo si dijera que ese día no lloré.

 

Para mi alivio, había un tratamiento que podía corregir los pies de mis hijos. Había sido desarrollado por un compatriota, el Dr. Ignacio Ponseti, un hombre al que admiro, no sólo por su legado ortopédico sino también por sus notables cualidades como ser humano. En 1936, el Dr Ponseti sirvió en la Guerra Civil española, tratando heridas y fracturas en el campo de batalla. Al final, escapó a Francia, ayudando a transportar soldados heridos. De Francia a Méjico, y finalmente a Iowa, donde su carrera e interés por el pié zambo comenzó. El método Ponseti se ha convertido en el tratamiento estándar del pie zambo en todo el mundo, ayudando a miles de bebés a caminar.

 

 

Después de nacer Jojo, me convertí en una presencia habitual en el hospital de Chelsea y Westminster en Londres. Ví a niños con todo tipo de problemas, me encontré a padres que miraban las escayolas de mis hijos con envidia, deseando que “pie zambo” fuera el único problema con el que tuvieran que lidiar ellos… 

 

El camino para los bebés de pié zambo y sus padres puede ser desafiante, para algunos más que para otros, pero no debemos olvidar todos los momentos de logros: los primeros pasos, la alegría del primer baño después de semanas de escayolas, la primera carrera en el día del deporte escolar… Estos momentos son mágicos, preciosos, magníficos. Harán que todo ese trabajo merezca la pena.